Por casualidad, por buena suerte o por lo que sea, Marianne y Valeria han crecido sin aspirar humo de cigarrillo. Casi ninguno de nuestros amigos fuma. La familia entera de Lau no fuma tampoco. Para ellas el tema es tan ajeno como para mi las matemáticas. Hace unos días Valeria y yo estábamos hablando de esta pieza de cerámica que hizo en su colegio de Caracas. Es un autorretrato, sólo que no pudo ponerle los tirabuzones largos y los lentes le quedaron un poquito gruesos. Me dio un ataque de remembranza y le conté que en primer grado, como todos los de mi clase, le hice a mi mamá un cenicero de regalo del Día de las Madres. Entonces me preguntó:
- ¿Qué es un cenicero?.
- Una cosa para echar las cenizas del cigarrillo.
- ¿Por qué lo hiciste?, ¿Te dejaron hacer eso en el colegio?, ¿ Le regalaste algo tan feo?, ¿Tú no sabías que fumar da cáncer?
Me confundí toda por un instante. Recuerdo que mi cenicero era precioso, mi maestra me felicitó y mi mamá lo usó, por supuesto. Así que, señalando su cerámica, le respondí:
-Mira Valeria, las orejas te quedaron picudas.
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