Recurso renovable

De niña a niña

Mi hija Marianne tiene una amiga rusa, rubia, que usa casi siempre ropa roja y naranja y tiene un bello abrigo largo color terracota. La amiga vive con toda su familia en un pequeño apartamento de 1 dormitorio. Habituada al invierno, patina muy bien. Pero el francés le parece difícil y llama casi todas las noches para pedir ayuda con la tarea porque sus papás trabajan hasta muy tarde. Esta nena se inscribió con Marianne en el torneo anual de ajedrez del colegio. Para practicar, ella misma se hizo un tablero de papel. Dibujó y recortó peones, alfiles, caballos, torres, reinas y reyes. Marianne contó los días que faltaban para el cumpleaños de la compañera rusa. Quería una excusa para regalarle un juego de ajedrez de madera. No sé quién estuvo más contenta esa tarde, si la rubia bonita o mi hija.

Marianne tiene un corazón mucho mejor que el mío. Desde casi bebé quiere ayudar a los pobres y enfermos. Sueña despierta con recibir una herencia, ganar la lotería o trabajar duro, acumular dinero y usar esa fortuna completa para construir bibliotecas públicas y hospitales super acogedores para los niñitos pobres de Caracas. Cuando le dio por diseñar mentalmente orfelinatos los planes no tenían fin (créanme...). Suena raro, pero esta fijación se le ha alborotado muchísimo en Canadá. ¿La razón? Antes no tenía amigos en desventaja. Ahora, las estrecheces económicas las ve desde cerquita, no a través de la ventana (cerrada) del carro. Eso es por estar en la Clase de Bienvenida. Hace poco encontró una manera de serle útil a alguien y poner su grano de arena. Donó su largo pelo a Locks of Love, una organización caritativa que realiza pelucas especiales para niñas de pocos recursos que han perdido su cabello por enfermedades.
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Después de ir a la peluquería, Marianne hizo el procedimiento de donación sola. Es bien fácil. Quedó contenta con su nuevo look y consigo misma. Al fin y al cabo, para ella el pelo es un recurso renovable.