Miren lo que encontré en mi jardín

Bueno si, es mentira. Si me llego a encontrar eso en mi jardín me fracturo una pierna de la carrera que doy. En realidad esta belleza se paseaba libre por los bosques del Parc Omega, a hora y media de Montreal. Por amor a Valeria y para ver si me gano el Premio a la Mejor Madre he hecho el supremo sacrificio de aguantar la respiración en varios zoos del mundo. Por eso, cuando me pidió ir a este safari respiré profundo y me dije: “ Tiene 12 años. Es tu hija chiquita. Recuerda el Premio a la Mejor Madre”.  Y con mucha resignación preparé un picnic. En el camino Lau y yo le advertimos a Valeria que esas fotos en el folleto de animales acercándose a los vehículos eran un truco publicitario. Mis experiencias previas en safaris son dos.  Uno cuando era niña en Venezuela donde unos monos agresivos de esos que tienen el trasero rojo y horroroso hicieron pipí en el parabrisas del carro de mi papá. El otro fue un “safari” de animales africanos de 20 minutos en Disney Animal Kingdom, Orlando, donde vimos el codo de un elefante, la rodilla de una zebra, la nalga de un hipopótamo y un par de huevos de avestruz, sin avestruz.  

Pero en este parque los animales no son africanos ni venezolanos. Son canadienses. Entonces les dicen: “Mira reno, tienes que ponerte pegado los carros, tienes que verte gordito y peinado”. Y lo mismo les dicen a los bisontes, a los lobos árticos, a los zorros, venaditos, osos, minks y mapaches. Todos se portan bien y hacen caso. Una mamá jabalí cruzó delante de nuestro carro con sus cinco bebés para que Valeria se muriera de la emoción. Hasta las truchas tienen la consideración de nadar azulísimas en el exacto borde del lago y de hacer acrobacias aéreas justo cuando tú miras.  

Por supuesto, como es Canadá, los animales no apestan y no tuve que ponerme el bigote de Vick’s Vapor Rub que le había anunciado a Germán. Y los mosquitos están prohibidos, así que hicimos dos picnics en medio de aquella naturaleza salvaje con el repelente de adorno (te lo prometo, T).  Contra todo pronóstico, no hubo un minuto aburrido, abundaron los animales hermosos a lo largo del recorrido (cómo hacen para que estén tan bien distribuidos?), los paisajes son canadiensemente lindos, y repartimos zanahorias a diestra y siniestra. En un sitio alquilamos un carrito del golf para hacer un paseo rústico de 1 hora y visitar una granja pequeña donde si me hizo falta el bigote de Vick’s. La parte favorita de Valeria fue el almuerzo porque los venados vinieron a vernos y se dejaban hacer cariños (so much cuchi power). Mi parte favorita fue el lago de las truchas azules al atardecer, el de Lau creo que fue ir por un sendero de montaña a todo lo que daba el carrito de golf y el de Marianne fue el de regresar a casa porque ella tan rupestre no es. El día fue bellísimo y la ruta a Montebello está repleta de flores de colores. Me sentía como Heidi en la autopista. Omega Park no me paga comisión, este post es genuino, es más tengo una queja: la primera vez que abrí mi ventana un reno de dos pisos de altura me escupió en la pierna. Exijo que lo despidan!

Nota: Les muestro más fotos de ese día apenas las edite. Me he hecho el propósito de no dejar de venir ningún lunes a postear, porque se me acumulan las historias y las fotos y después me atraso o me olvido. El próximo lunes entonces debo estar aquí como un clavel... Quiero que vean las fotos que toman mis hijas ♥