Las cosas que hay que aprender

Una calabaza es como una pelota anaranjada.

Verdad?

O al menos así lo creía yo hasta que puse mis piecitos en un supermercado canadiense durante el primer otoño. Mi cara ha debido ser de boba total porque ni siquiera en películas había visto tantas formas, colores, tamaños y modelos de auyamas (así las llamamos en Venezuela). Ese día pensé que iba a tener que ir a la universidad para hacer una sopa. Cómo adivinar cuál sabe a qué? Cuál sirve para hornear, para gratinar o para dulces? Por qué me hacen esto? La respuesta llegó un día en forma de un lindo folleto  donde se les explica a los ignorantes como yo el nombre de cada calabaza y su propósito en La Tierra. Me dieron ese folleto en el supermercado y me emocioné tanto por poseer tan valiosa pieza de información que lo guardé lo mejor que pude y por consiguiente nadie lo ha vuelto a ver, ni siquiera yo misma. 

Sólo una cosa he aprendido en 5 otoños: Las calabazas gigantescas que venden en las entradas de los supermercados, casi regaladas y en montañas son para decorar en Halloween. A nadie se le ocurre cocinarlas. Ni siquiera a mi.

En mi post anterior, Sylvia comentó que había preparado unos muffins de calabaza divinos. Yo, que todo lo quiero, corrí a su Facebook a suplicarle la receta. Luego Paty, Pati, Françoise y Conchi se apuntaron a la solicitud y así fue como empezó una conversación encantadora sobre cómo cada una de nosotras utiliza en otoño las courges, pumpkins, citrouilles o potirons. En medio de esta charla informal, las chicas me dieron algunas de sus recetas. Las pongo a continuación junto a la de la torta de mi mamá que publiqué hace un par de años. Dos de ellas me dieron también sus fotos ♥. Comencemos por los muffins que originaron nuestra conversación. Sylvia hizo un post precioso en su blog, no dejen de ir. No dejen de conocer a mis amigas, si es que no las conocen ya. 

SON GRADOS FAHRENHEIT!!!!!