El click (una historia personal)

Estaba justo saliendo de la ducha cuando escuché un ruido largo y estremecedor. Cuando el estruendo cesó comenzaron los gritos de las personas. Mi primer pensamiento fue que uno de los ascensores de mi edificio se había soltado e ido en caída libre lleno de gente. Me envolví en una toalla, salí corriendo del baño, crucé empapada la sala y abrí la puerta de mi apartamento. Por ahí no venían los gritos. Pensé entonces que un camión se había estrellado contra en edificio (cosa absurda porque en esa calle ciega no entran camiones a menos que fuese para una mudanza o recoger la basura). Miré por la ventana y vi gente con cara de terror mirando algo. Las personas se abrazaban y comenzaban a llorar. Corrí entonces a la ventana de mi cuarto y miré hacia abajo. La escena era incomprensible: los carros, los muros, el asfalto del estacionamiento, la caseta de vigilancia, las jardineras, todo estaba completamente bañado de pintura verde. Hacía apenas unos segundos que había salido sobresaltada de la ducha y mi cerebro tardó un poco en descifrar lo que había pasado. Cuando entendí, la sensación de pánico fue infinita: los pintores se habían caído.

Un empresa había estado trabajando durante las ultimas semanas en pintar el nuestro edificio de verde oliva . Ese día tocaba a la cara oeste y los pintores se habían subido al andamio por la azotea, pero de alguna forma el andamio se soltó de un lado y ellos, que no utilizaban ningún tipo de arnés, se precipitaron 19 pisos abajo, junto a los contenedores de pintura.

Me costo un poco identificar las figuras de los pintores bajo la capa de verde. En realidad cuando los vi fue que entendí lo que había pasado. El vigilante del edificio estaba de pie cerca de ellos paralizado, mirándolos sin atinar a moverse. Los vecinos lloraban, yo lloraba, parece que pasa mucho tiempo pero son segundos. Entonces, increíblemente, uno de los pintores mueve un brazo y lo sigue moviendo, como diciendo "Me ven? Me ven bajo toda esta pintura? Estoy aquí y estoy vivo!". Más tarde supimos que este señor se sujetó a una de las cuerdas y así fue frenando su caída hasta que se le terminó la cuerda en el piso dos. Yo me separé de la ventana y llamé a Lau por teléfono: "Los pintores se cayeron!". Al principio él no entendió nada, pero luego me dijo "Voy para allá". Y mojada, temblando y con 9 meses de embarazo completos me senté en mi cama a esperarlo. Lau cruzó Caracas entera de punta a punta (en lunes de tráfico infernal) y cuando llegó todavía no habían movido a los pintores del suelo! Salimos a mi cita con mi obstetra y en ese momento estaban abajo los bomberos, la policía y los canales de televisión. Yo no pude regresar allí en 3 meses.

Esa noche dormí en la clínica porque mi cesárea fue temprano en la mañana del día siguiente. Ustedes han visto mil veces en las películas cuando al protagonista se le repite una serie de imágenes en la cabeza una de tras de otra, de manera continua, como flashes que no puede sacudirse? Eso me pasó a mí durante las siguientes horas. Todo el mundo me ponía cara de felicidad porque pronto iba a nacer mi primer bebé y yo solo veía la secuencia: ruido, vecinos gritando, pintura verde, figuras tendidas, brazo moviéndose. Mis dos mejores amigas me llamaron desde Atlanta para ver como me sentía a horas de ser mamá y yo: ruido, vecinos gritando, pintura verde, figuras tendidas, brazo moviéndose. No podía dormir, no podía concentrarme, no podía conversar. Una enfermera me dijo: "No te preocupes que mañana toda esa angustia se te va a quitar cuando tengas al bebé". Y yo pensaba: “COMO?! Esta fue una niña tan deseada, planificada, llevo años esperando este momento y ahora lo único que veo con los ojos abiertos o cerrados es la maldita secuencia!". No recuerdo a que hora me dormí pero si me recuerdo en la oscuridad de la habitación planificando llevar a mi bebé a vivir en un país donde los pintores de edificios usaran arneses y las ambulancias llegaran en 10 minutos.

A las 9:30 de la mañana nació Marianne en la que ha debido ser la cesárea mas agradable, relajante y cariñosa de la historia. Cuando la escuché llorar juro que me salieron fueguitos artificiales del corazón. Los vi como en una película de Disney. Todo lo que me habían dicho ocurrió. Yo, que soy tan escéptica, no le había creído a nadie, pero cuando Marianne nació la secuencia se borró de mi cabeza. Llámenlo hormonas, magia, instinto maternal, efecto de la anestesia, qué sé yo, llámenlo como quieran, pero fue como si ella, con uno de sus dedos microscópicos me hubiera reseteado la mente de un click.

Marianne fue una bebé extraordinariamente bella. Las enfermeras la llamaban la modelo y los cuatro días que estuve allí - y a mi pesar! - mi habitación fue una fiesta. Toda la gente que quiero y la que no quiero también me visitó para celebrar. Nadie mencionó a los pintores y les agradezco que no hayan oprimido ese botón. Tuve miedo de volver a mi apartamento y desencadenar todo otra vez, así que me quedé 3 meses en casa de mis papás. La sola visión del color verde oliva me revolvía el estomago y secretamente culpo a ese evento de no haber tenido leche para amamantar a Marianne*.  Luego regresé y supe que el pintor que movía el brazo sobrevivió. Las manchas gigantes de pintura verde seguían allí todavía un año después, cuando me mudé a otro lugar, pero yo había logrado de alguna forma ignorarlas evitado caminar por el lado oeste del edificio.

Ayer Marianne celebró aquí en casa sus 16 años en una movie night con sus mejores amigas y su novio. Desde el día en que me reseteó la cabeza, Marianne ha sido un manantial de cosas buenas. Justo mientras escribía este post vino a enseñarme sus notas y son todas como para mandarla a Paris de premio. O a la Luna. Marianne es mágica, es superpoderosa, es increíble. Y todavía tiene el poder de borrar las malas secuencias con un solo click.

*Porque luego a Valeria le di pecho 1 año sin ningún problema.