martes, mayo 30, 2006

Uno de 365

Día de los Museos de Montreal
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Pointe-a-calliere: Museo de Arqueología
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Leí en el diario La Presse que el 15% de los habitantes de Montreal pone sus pies por primera vez en un museo el único día de año en que la entrada es gratuita. Eso podría significar que los quebecquenses son tacaños en este aspecto o que el arte es de la gente para la gente y las entradas deberían costar poco o nada. El caso es que el último domingo de Mayo docenas de miles de personas se lanzan de cabeza a la cultura al estilo maratón. Y nosotros, obedientes e integradísimos, también, no faltaba más.
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Centro de Ciencias: Mamíferos de la Era del Hielo
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La ciudad tiene 35 museos de arte y ciencia, incluyendo el Planetario y el Biodomo. En ese día ofrece autobuses gratis que cubren 5 circuitos de maravillas. Optamos por ir los siete en nuestro carro pero buscar dónde estacionar fue un desafío a la paciencia humana (de Lau). Visitamos el simpático Museo McCord de Historia Canadiense, el Museo Pointe-à-Callière de Arqueología y el Centro de Ciencias en el puerto. Los dos primeros ya los conocíamos, pero para mi papá eran perfectos y a las niñas les encantan. El de ciencias tenía las colas más largas, aunque igual nos animamos a echar un vistazo para ver qué tal. Marianne y Valeria opinaron que es más o menos una mezcla entre Exploratorium de San Francisco (su segundo sitio favorito en el planeta) y el Museo de los Niños de Caracas en sus mejores tiempos ... que no son estos. Diríamos que, del 1 al 20, el Centro de Ciencias obtuvo un 16+. Pero sólo nos faltó el área más grande porque dieron las 6 de la tarde y terminó la fiesta.
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Marianne y Valeria haciendo la reproducción de un totem en el Museo McCord.
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Me encanta la vista del puerto desde el parking. Marianne y Valeria se ven aquí casi sin fuerzas pero, antes de volver a casa, todavía tuvieron (tuvimos) energía para hacer un alto en el parque Mont Royal y dar una pequeña caminata para ver a Montreal adormecerse después este fin de semana super intenso.
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domingo, mayo 28, 2006

Al sol

¿Será que llegó el verano?Ayer por fin vimos el sol. Después de semanas de lluvia y cielos londinenses, Montreal se bañó de luz y calor por lo que la gente (y nosotros con el rebaño) se lanzó a los espacios públicos para montar bicicleta, caminar, patinar y pajarear. El Memorial weekend de Estados Unidos le vino como anillo al dedo a los turistas para cruzar la frontera y unirse a esta especie de euforia colectiva por la llegada del verano. Muchos piecitos sin pedicure salieron al aire después de laaaaargos meses metidos en botas y medias de lana. Así. Sin advertencia y anestesia. Las chicas - que lucen divinas con abrigo - mostraron sus pancitas fofas y todo tipo de rollitos muertas de la felicidad. Canadienses y gringos color leche por todas partes. Nosotros hicimos un picnic de película al borde del río San Lorenzo, en el estanque de Bonsecours del viejo puerto, y recorrimos a pie todo el Vieux Montreal pegándonos un gran palizón sabatino. Hoy - me acabo de levantar - el cielo está reluciente. Nos vamos ya a otra jornada semi olímpica: el Día de los Museos. Todos los museos son gratis hoy en la ciudad y como somos 7 vale la pena darse una vuelta.

Aquí hicimos el picnic. El sitio es inmenso y espectacular.

miércoles, mayo 24, 2006

Verde, lluvioso y prometedor

Mucha lluvia, pocas fotos. Aún tenemos tulipanes.
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Siempre le he tenido manía al verano. De las estaciones, la más pegajosa. En Montreal aún estamos en esa suerte de titubeo climático que la gente fashion llama Spring-Summer. Las temperaturas rondando los 10 grados pero los árboles ya tupidos, frondosos. Estos días de lluvia inoportuna e interminable han servido para justificar - por fin- el que nos hayamos comprado una van chupa-gasolina el otoño pasado. En familia, (ahora de siete) recorrimos cómodos y contentos lo más pintoresco de Montreal y la costa lindísima de West Island. Cómodos todos menos uno: Lau, que se trajo un virus de Argentina y anda el pobre semi-destruido.

Mis papás, que viven en Castilla, han alucinado con la cantidad de árboles y verdor intenso de esta ciudad. Tengo que admitir que eso si tiene el verano. Montreal se pone verdecita, las alcaldías y los vecinos siembran flores como lunáticos y los restaurantes instalan cafés al aire libre por todas partes. La cosa se anima, pues. Y se ve bonita.
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Hoy no llueve. Los tres abuelos salieron a caminar y yo hago listas y listas de lo que necesito para la nueva casa, mientras la gripe argentina hace de mi lo que le da la gana.
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Una casa típica de Plateau Mont Royal

viernes, mayo 19, 2006

La locura

¡A ponernos los patines!
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Mis hijas están desatadas, desenfocadas y enloquecidas. No sólo está su abuela Olga (mamá de Lau) aquí, sino que mañana llegan sus otros abuelos - mis progenitores - a conocer Montreal, ayudar en la mudanza y pasarse 3 meses con nosotros. Como guinda del helado, Lau llega por fin hoy de Buenos Aires. Este será un fin de semana largo porque el lunes es feriado y el martes hay jornada pedagógica en el colegio (una sinvergüenzura inventada por las escuelas públicas). Aquí va mi lista para marear a los abuelos bajo la lluvia primaveral:

1. Llevarlos a conocer la zona donde vivimos señalando con el dedo índice aquellos lugares donde han ocurrido eventos importantes como mi primera caída en hielo.

2. Mostrarles la casa nueva desde el carro, pues allí vive gente todavía, y explicarles (también con el índice) el cambio de look que tengo diseñado en mi cabeza.

3. Hacerles en carro el tour vertiginoso por Montreal que hemos inventado Lau y yo para dar a los recién llegados una probadita de la atmósfera de la ciudad.

4. Llevarlos a ver los manzanos (no cerezos) en flor del Jardín Japonés y, utilizando bien el dedo, señalarles el lugar donde estaban las flores antes de que 15 días de lluvia las tumbaran de las ramas.

Si no escribo mucho en los próximos días, les pido perdón, pero mi dedo no da para tanto.

miércoles, mayo 17, 2006

Underground

Mala foto. Estaba lloviznando.
La rue McGill College es una de mis calles favoritas. Tiene librerías, cafés, esculturas, flores, palomas, banquitos, exposiciones y, al final, escondidos entre los árboles, están los magníficos edificios de la Universidad McGill con el Mont Royal detrás. El conjunto es de película. Debajo de esta encantadora escena urbana se mueve como un tornado la famosísima Ciudad Subterránea de Montreal.
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La Ville Souterraine es grande. La mayor del mundo. Tiene 32 kilómetros de túneles que enlazan siete estaciones de metro con hoteles, centros comerciales, ferias de fast food, restaurantes, la estación de tren, edificios de oficinas, cines, teatros y museos. Cuando Lau esta recién llegado, hizo muchas diligencias de papeleo caminando por las aceras llenas de hielo y nieve... Le parecía un poquito raro que las calles se vieran solitarias, ja, ja!!! Los demás estaban debajo de él, bien calentitos en los túneles.

Son más o menos dos mil tiendas que podemos recorrer sin poner un pie arriba, en la calle. No todo está bajo tierra, pero las conexiones para ir de un sitio a otro si. Ya soy más o menos una experta en desplazarme por debajo, pero no he recorrido ni la mitad.

Cuando salimos en metro, si es invierno, guardamos los abrigos, gorros, guantes y bufandas en los casilleros por $1. Hacemos de todo durante todo el día (hasta patinar en hielo bajo techo) y, antes de tomar de nuevo el metro, recogemos nuestra ropa en el casillero. Si salimos en carro, el estacionamiento céntrico y conveniente también se conecta con todo.

A mi me gusta especialmente en verano... cuando el extremo calor y la humedad me ponen pegajosa, malcriada y gruñona. Es entonces cuando agradezco con toda el alma que exista una opción bajo mis pies.

La foto de las tiendas la bajé de Google.

sábado, mayo 13, 2006

Caleidoscópica

Cómo Ottawa se me metió en el corazón
a punta de flores holandesas


Era como inevitable. Por más largas que le diéramos al asunto, en algún momento iba yo a caer aquí con los tulipanes de Ottawa. Así que tratemos de sintetizar (algo que, desde la universidad, se me da fatal).


Mi flechazo con Ottawa fue de muerte. Quedé escandalizada por lo bella que es la pequeña capital de Canadá. O sería la luz.
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Cuando fui al Festival Canadien des Tulipes crucé por primera vez a la provincia de Ontario y conocí Ottawa. Me gustaron los autobuses, muchos, rojos y azules. Me encantó que el agua estuviera por todos lados. O yo daba vueltas en torno al agua, ni idea. Aquí se parecía a Londres, allá se parecía a Montreal y lo demás le era propio. Ottawa ese día brillaba de limpia y yo, con mi catálogo botánico, mi cámara y mi familia, apenas pude darle un pellizquito. Las flores tuvieron la culpa.

Este fue un day trip de esos tan primorosos que nadie se los cree. Hora y media de granjas, praderas y establos, desde Montreal directo al centro de Ottawa. Los jardines del Parlamento, adornados con miles de tulipanes rojos, lucían como el set de una película romántica. Los protagonistas no comerían hot dogs gigantes y callejeros sin pizca glamour como nosotros. Ni tampoco estarían con la abuela. Pero seguro subirían enamoradísimos al autobús para ir al Commissioners Park. Allí vimos la mayor cantidad de tulipanes. Tomé tantas fotos que al final estaba mareada y al cerrar los ojos las flores daban vueltas dentro de mis párpados como en un caleidoscopio embrujado.

Por aquello de la cultura general (y sin ánimo de instruir a nadie) les cuento que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Holanda se rindió a Alemania (1940), la princesa Juliana, heredera del trono, (aquí me siento como en Hola!, qué horror) viajó a Canadá con sus hijas Beatrix, de 2 años e Irene de 9 meses, buscando protección. Tres años después nació en Ottawa la princesa Margriet. Y para que la nena fuese holandesa el gobierno canadiense declaró el lugar de su nacimiento como extraterritorial. Al finalizar la guerra y como gesto de agradecimiento, la princesa Juliana tuvo el detallazo de obsequiar a su ciudad-refugio 100 mil bulbos de los mejores tulipanes holandeses. Desde entonces, Ottawa recibe cada año 20 mil nuevos bulbos para ser plantados en sus jardines públicos. La tradición se ha extendido tanto que el tulipán es ahora un símbolo canadiense más.

Para ver MAS fotos puedes ir a Con mi maleta, donde Valeria recién actualizó.

Y Casi en salsa tiene otra ensalada.

viernes, mayo 12, 2006

¿Quieres té?


Tengo tantas ganas de escribir sobre Ottawa. Tengo tanta primavera que es ridículo. Tengo un disco recién formateado - con cambios locos - y un esposo en Buenos Aires. Y además tengo migraña. A ver si mañana. Mientras tanto, mi lista buena:

1. Iván, que salvó mi computadora. La próxima, que el virus me de a mi.
2. Catalina, que me mimó hoy en su blog.
3. Geo, que escribió esto.
4. Mayra, que me consuela para consolarse.
5. Montreal, que me acaricia y me seduce.

lunes, mayo 08, 2006

De mentira

Con los colores de Mayo, casi falsos, casi imposibles, este bien podría ser el parque de la Barbie. Un coctel empalagoso de Fairytopia con Fantasyland. Casi tan resplandeciente como mis ideas sobre Canadá cuando estaba llenando mi solicitud de visa. Necesitaba tanto un período Barbie. O Disney. Intoxicarme de pink para exorcizarme del caos que dejé atrás. En este atardecer juegan mis hijas bilingües y contentas mientras yo hago (trato de hacer) borrón y cuenta nueva. Y les planifico una vida muy rosada, llena de parquecitos, picnics y patos que vuelan en el cielo en perfecta formación.

jueves, mayo 04, 2006

Déjame abrir la maleta



















Ruanas andinas-divinas
Bikinis estridentes que suenan a Caribe
Chocolates ¡Esos!... y los diablitos
Aquel par de libros tan deseados
Pijamas Ovejita
Estuches Hello Kitty porque aquí no hay Sanrio
Una ventana a El Avila para la nueva pared
Las herencias de la mejor amiga
El vestido azul tan Melanie para abrazar por las noches...

Gracias amigos y familia por mandar para las niñas pedacitos de Venezuela (con todo y Hello Kitty), justo cuando yo más lo necesitaba. Gritaron y dieron brincos como locas. Y algunas lagrimitas saltaron por ahí, pero no vamos a decir de quién.


Con mi maleta y Casi en salsa actualizados.

martes, mayo 02, 2006

Juguemos

Juguemos a que no me fui. A que no nos separamos. A que no te extraño.
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Lei una carta larga con la descripción de la Primera Comunión de Fernanda y me dio un escalofrío porque me la perdí. Un vacío en el estómago. No es que yo sea católica (que no) , sino que soy llorona. Tengo grabada la cara de Fer llorando en el estacionamiento cuando se despidió de Marianne. Y la cara de Andrea tratando de llorar como Fer. Tengo ganas de verlas. De ver a Andrea pelear con Valeria y a Fernanda tocar el violín. Me dio un ataque de nostalgia por todos mis amigos, mis hijas postizas y mi país. Un ataque de esos que dan con ganas de llamar por teléfono hasta al portero del colegio o al señor que vende helados por la tarde en la que ¿era? mi calle. Quiero las fotos de mi calle. Las que están en un cd que Lau no encuentra. Quiero todas mis fotos digitales de Venezuela. Ahorita. Ya. Mientras tanto, me entro a cachetadas con mi nostalgia y le pongo punto final. Por alguna razón diez minutos de noticias nacionales por Internet, en vivo y directo, son más que suficiente antídoto para mi melancolía. (Quizás piense un ratito más en Fernanda tocando violín. Nunca la he escuchado).