Adiós a un verano más raro que un perro a cuadros.

El frío divino de los últimos días anuncia que el verano ya se fue. Lo despedimos a lo grande porque ayer Lau corrió el Maratón de Montreal y nosotras hicimos una especie de tour por la ciudad para para acompañarlo. Eso se los voy a contar cuando haya editado algunas fotos. Hoy les tengo una historia de back-to-school. La historia de cómo el colegio de Marianne cree que nosotros somos pendejos. 

Pendejos es una "mala palabra" de las que yo no escribo en mi blog, pero la que mejor se ajusta a este asunto. En Venezuela significa "estúpido" y no es demasiado grosera.  Que quedan advertidos los delicados: hoy voy a escribir pendejos hasta que se me caiga la mano. También quiero aclarar que mis hijas van a dos colegios distintos  y que el de Valeria no ha dado muestras todavía de considerarnos tan pendejos.  Pero el de Marianne es otra cosa.

El colegio de Marianne, por ejemplo, pide un diccionario de francés distinto cada año, de esos grandísimos que cuestan $50. Los diccionarios hay que comprarlos obligatoriamente en el sitio designado por el colegio. Cuántas palabras de la lengua francesa ustedes calculan que puedan cambiar anualmente?. Exacto. La que necesita ese diccionario soy yo para ver cómo se dice en francés chanchullo.

El colegio decidió un buen día cambiar el uniforme sin ninguna necesidad y sin prevía consulta con los padres.  Aquí esas asambleas democráticas de las escuelas privadas de Caracas no existen.  Por qué? Porque el colegio piensa que somos pendejos y como tales no merecemos ser consultados. Nos lanzan un cambio completo de uniforme (hasta las medias, que ahora tienen escudo, por favor) sin ninguna justificación. El anterior era lindo, actual, tenía 7 versiones para "personalizar" el look y era la identidad del colegio. Ustedes saben cuánto cuesta una faldita del uniforme nuevo? 80 DOLARES. Supongo que nosotros no fuimos los únicos estupefactos porque recibimos rápido un pañito de agua tibia: "Los viejos uniformes van a ser donados a un colegio en una aldea de Suazilandia, África. Las últimas dos semanas los alumnos vendrán a clase con la ropa que quieran".

Ok. Aldea de África. País pequeño sin salida al mar. Niños pobres. Al menos otros chicos se van a beneficiar, verdad? .Y los papás nos quedamos medio callados... hasta que recibimos otra carta. Adivinen quiénes tienen que pagar el flete a África? Exacto!!!! Los pendejos. Yo no lo pagué y sé que como yo, muchos, pero igual los uniformes cruzaron el mundo. Por si fuera poco, al rato recibimos otra noticia: "Esas dos semanas en que los niños tienen que ir sin uniforme, las chicas no podrán llevar faldas ni vestidos".

Vamos a pensar un momento. El uniforme es con falda, pero cuando lo mandan a África, mi hija tiene que ir dos semanas bajo el sol ardiente y la humedad asfixiante de Junio con pantalones largos para que no se le vean las piernas. Pero colegio, tú crees que somos pendejos? Los nada pendejos estudiantes de cuarto y quinto año dijeron entonces que no donarían la ropa y que seguirían asistiendo con sus faldas de siempre.  Ante la idea quedar mal paradas con el asunto africano, las monjas transigieron en un abrir y cerrar de ojos: Permitidas las faldas.

Hablando de las monjas, en la factura para la matricula del nuevo año escolar viene convenientemente deslizada por debajito una donación "voluntaria" de $125 para el convento. Se supone que es opcional, pero viene ya sumada en la factura y para quitarla tienes que hacer una operación de inteligencia militar en el website. También te cobran $50 por "derecho" a usar ese mismo website más otras perlas que van apilándose encima de la matrícula. 

Durante el verano fuimos a comprar los famosos uniformes a la tienda del proveedor único que se enriqueció a nuestras costillas. No había nada. Sólo muestras para probarse.  "Los uniformes no están listos, usted los compra y luego se los mandamos a su casa".  Quisiera tener una foto de la cara que puse para insertarla aquí. Encima de que se cuadraron con el colegio para el negocio del año, los muy incompetentes no tenían los uniformes hechos. 

Nos llevan a ver las muestras.  Lo de los varones es una mezcla de look británico (para los días fríos) con somos-surfistas-love-and-peace-de-california para los días calurosos. Y por el precio parece que vinieran con pasaje a Londres y Laguna Beach  incluídos. Para las niñas había el look británico y el look soy-una-novicia-a-punto-de-hacer-mis-votos. Ah, y unos pantalones horrorosos que ninguna compró. Mi hija descartó horrorizada los pantalones feos y el look de Sor Marianne, compramos el otro y nos fuimos.

Pasan las semanas y los uniformes no llegan. Marianne empieza a tener ansiedad y pánico. Llama a sus amigas. "Nosotras tampoco los hemos recibido". Trato de tranquilizarla mil veces: "Si no llegan a tiempo vas a clase con ropa normal y que el colegio se entienda con su amiguito el proveedor". Marianne llama, averigua, pregunta y me anuncia dos días antes del inicio de clases:  "Mamá, el colegio dice que tengo que ir a la tienda y comprar entonces los pantalones para la espera de mis uniformes".

WHAT?!

Pero colegio, tú crees que nosotros somos pendejos-pendejos?

De verdad crees que yo voy a comprar algo más?. Marianne empieza a hiperventilar. "Qué voy a hacer?" lloró en un pico de desesperación. Finalmente la mandamos a clase en jeans  y a las 4 de la tarde regresó uniformada. 

- "Y esa falda azul de dónde salió?"

- "Nos la regalaron mientras llega lo demás".

Y esta es la historia de nuestra relación con el colegio. Una constante campaña por su parte para convencernos de lo pendejos que somos y nuestros intentos por demostrar que puede que lo seamos un poquito... pero no tanto.


PD: Después de leer los primeritos comentarios regresé para aclarar que Marianne está en ese colegio porque es excelente.  Otra aclaratoria es que las dueñas son monjas pero no es un colegio católico ni se enseña religión, de acuerdo a la ley de Quebec.