Road trip (1): mi premio por ser buena

No importan las razones lógicas o absurdas por las que llevábamos 6 años viviendo en Canadá sin haber visto sus costas. No importa si jamás nos habíamos detenido a pensar que aunque no fuese el Caribe valía la pena, que no era un viaje de días sino de 10 horas, que no necesariamente tenía que ser agua helada. En realidad ya no pienso en eso. Mi cerebro parece haber sido reseteado apenas pisamos la primera provincia atlántica.



New Brunswick nos recibió con luz dorada, rocas inmensas, miles de pinos y perfume de madera recién cortada. No puedo explicar exactamente donde está la diferencia, pero rodando por la autopista, en el asiento trasero Valeria se quitó los audífonos de su iPod para declarar: “En New Brunswick todo es más bonito”. Esa noche, tras 9 horas de viaje y de haber derramado en la tapicería del carro una botella de agua, un yogurt de fresa completo y una bolsa de maní, dormimos en Fredericton. Al día siguiente dimos un pequeño paseo por la ciudad para descubrir que tiene montones de casas victorianas de madera pintadas de colores pasteles (de esas que tienen torrecita), un faro a orillas del río St. John convertido en heladería y un pequeño barrio histórico. Se puede ser más coqueta?


Para ser honesta yo sólo quería llegar al mar. Las semanas anteriores al viaje habían sido las más estresantes del año. Mi oficina está en el semi-sótano de mi casa, lo cual es ideal para editar fotos, pero últimamente tenía la fantasía cada vez más intensa de cambiar completamente de escenario, de estar en sitios llenos de luz, con otros sonidos y otros olores. Me hacía falta ver grande, lejos y amplio. Las últimas semanas había estado a punto de llorar del estrés un par de veces y la sola idea del Atlantico me sirvió de tranquilizante natural. Ahora, en cada curva de la autopista mis ojos alucinaban un horizonte azulito. Trataba de imaginar cómo sería nuestra primera visión del océano. Un muelle pesquero? Una playa llena de turistas? Un embarcadero urbano? Yo no veía el Atlántico desde un viaje con Lau y mis tíos franceses por la Côte d’Argent, hace ya mucho tiempo.

Nuestra primera visión del océano fue la playa del Irving Nature Park. Primero la vimos a lo lejos (justo antes de entrar en la ciudad costera de Saint John) y volvimos luego de comer y dejar las cosas en el hotel. Es una playa grande, sin arena en la orilla, tapizada de millones de piedras redondas y suaves de todos los colores. Al estar mojadas, brillaban y lucían colores saturados. Parecía que caminábamos sobre gemas. Era hora de marea baja y el agua se había retirado dejando un fondo de arena pulida y lisa, divina para estar descalzos, pero el contacto de nuestros pies desnudos con el agua a cerca de cero grados dolía, así que fuimos cobardes y caminamos con zapatos. Tampoco ibamos abrigados y que tuvimos que improvisar y sacar cobijas del carro. Nuestro primer contacto marino puede haber sido todo lo opuesto al Caribe cálido, pero ni por un segundo menos hermoso.



Eramos casi los únicos al anochecer en Irving Beach (solo dos personas más) y ahí nos quedamos solos, muertos de frío, caminando, coleccionando piedras, encontrando familias de caracoles y cangrejitos, hipnotizados con el movimiento, narcotizados por el olor salado y aturdidos con el estruendo de las olas. Marianne y Valeria  veían el mar por primera vez en 6 años y no podían despegarse de allí. No podían dejar de mirar ese mar verdegris y super bonito. A las 9:30 pm  regresamos al carro oscuras y tiritando.  Las dos horas en Irving nos recordaron que aunque vivimos en una isla llena de "playas", embarcaderos y "marinas", lago es lago, río es río y no le llegan ni por los tobillos a Su Majestad el Mar.

.............

Nota: Durante Agosto, cuando tenga más acceso a Internet, seguiré contando cosas de Les Maritimes, espero que no se me aburran y sigan conmigo, al menos los que estén en casa. Si a algún futuro viajero le interesa perguntarme cosas sobre los sitios, puede hacerlo en los comentarios. Pronto vuelvo con noticias sobre la búsqueda del tesoro y los mejores botines.
Por favor tomen nota de que me encuentro lejos de casa y que no tengo aún fechas para nuevos cursos y no puedo responder todos los emails individuales.  Besos y, si están de viaje, cuídense mucho y cuéntenme por dónde andan :)