All you need is love (2)

Hace poco encontré la cura para todos los males. Para el estrés, la sobredósis de realidad, la melancolía, la migraña, el aburrimiento producido por los clones, las decepciones sentimentales, el bloqueo creativo, el insomnio, los desengaños amorosos, la sobre-protección maternal y demás infortunios. Y como soy tan buena se los cuento rapidito: Lo único que necesitan es 1. Encontrar una semana en la que puedan darse el lujo de patear lo que sea que estén haciendo. Si la esperan nunca va a llegar, tienen que ser valientes y poner el dedo en el calendario con los ojos cerrados. Hace falta mucho valor. 2. Un(a) mejor amiga/amigo con quien salir disparados de la ciudad. Como lo leen: de-la-ciu-dad aunque sea en day trips. Lejos del alcance de hijos, parejas, hermanos, gatos, perros y afines. 3. Cámaras. 4. Y por supuesto romper colosalmente la dieta.
De Migdy he escrito aquí y aquí. Vino a verme este mes porque llevabamos mucho tiempo planificando un encuentro de otoño. Ella vive en Miami, donde hace calor siempre, así que para disfrutar del placer de ponerse ropa de verdad, un abrigo y unas botas lindas tiene que subirse a un avión. Aquí el clima fue perfecto: frío muy suave para ser Octubre y unos cielos de película de Hollywood ganadora de 7 Oscars.

Algunos imprevistos trataron de frustrar nuestra huída pero yo estaba tan determinada a escaparme, que me subí al carro con Migdy con puntos cosidos 24 horas antes en el brazo y la pierna y una gripe horrenda. Mi congestión era tal que ratos tenía que elegir entre hablar y respirar (hablar)  o entre masticar y respirar (masticar, por supuesto)  pero no importa. Migdy y yo necesitábamos terapia intensiva y nos la dimos, solo nos hizo falta Sara, nuestra otra mejor amiga. Caminamos mucho, nos reímos mucho, visitamos las papelerías más lindas, que son nuestra pasión, fuimos a galerías de arte (se celebraba Lucidité, el mes de la fotografía en Montreal) y tomamos incontables fotos en tres ciudades. En Ottawa almorzamos en la cafetería de la National Art Gallery con una vista magnífica y aunque la conversación fue densa, no nos impidió saborear la crema de espárragos, las quiches de queso de cabra y tomates secos, la ensalada y la red velvet cake.

Migdy se levantó todos los días a las 5:30 am para llevar a Marianne a la estación para que mi gripe y yo pudieramos dormir un ratito más. También me hizo el desayuno. Un día tuvimos una sesión de fotos super bella en mi estudio. Ella de modelo y yo tras la cámara. Trabajamos tan apasionadamente que terminamos extenuadas, pero qué rico es el agotamiento creativo! 

Hablamos tanto que es la primera vez que viajo por carretera sin poner ni una sola vez la música. Los únicos momentos espeluznantes fueron en los que Migdy trató de hacer fotos desde puentes a través de la ventana del carro. En movimiento. Al volante. Una costumbrita que espero que se le vaya quitando cuando recuerde mis alaridos de pavor. 


Antes de irse, Migdy tuvo una clase privada de fotografía de arte en la casa del veterano fotógrafo quebequense Jean Bruneau. Ella dice que después de todo lo que vio, hizo y aprendió durante esta semana regresó al calor de Miami inspirada y llena de ideas. Yo necesité un día de sofá y mantita para que mi cuerpo se recuperara de la semana de evasión. Pero mi mente quedó como si le hubieran dado un baño relajante con camomila, le hubieran puesto su pijama y la hubieran arrullado dulcemente con una canción de cuna para dormirla. Quedó como si hubiera ido a un spa para mentes. Como si le hubieran dado un masaje profesional con aceites milagrosos.
Ustedes me entienden.
Verdad?