La compra del vestido de prom

Marianne termina la secundaria este año y por lo tanto en junio tendrá su Prom. Eso significa que desde ya, cuatro meses antes, estamos en Modo Paroxismo Total siendo el vestido el tema que ocupa el 90% por ciento de las conversaciones, inmediatamente seguido de “Thierry tiene que llevar la corbata combinada con mi vestido” y, en tercer lugar, “Tú crees que Thierry se olvide de comprarme un corsage, mamá?”. De vez en cuando se introducen otros subtemas como “Me pongo pestañas postizas?”, “Puedo ir a la peluquería con Wen-Ting?” y “Me dejas tomarme un coctel ese día?”.

El prom (viene de promenade) es un gran baile formal para los estudiantes que en Canadá solo tiene lugar al terminar la secundaria y del cual se habla tooooooooodo el año. En parte sirve para distraer a los chicos del estrés que tienen con las aplicaciones del college (no toquemos ese tema please). Total que ayer sobreviví a mi primera compra de un vestido de prom.

Montreal me hizo el favor de tener todas las boutiques de vestidos formales concentradas en 200 metros, y para allá nos fuimos una comisión de evaluación y soporte conformada por Marianne, su mejor amiga Wen-Ting, el abuelo, la abuela y la madre, es decir, esta pobre mujer que escribe. Las muchachas del colegio de Marianne tienen un grupo privado de Facebook donde publican las fotos de los vestidos que compran para que otra no se lo compre igual. Mi hija vio todos los trajes sobrios, de colores neutros y caída recta de sus amigas y declaró: “El mío va a ser de princesa”. Así que nos concentramos en la búsqueda de un vestido de cuento de hadas en diez tiendas donde, para mi sorpresa, se repitió una situación surrealista.

No era el hecho de que Marianne estuviera entrando y saliendo de vestidos abombados de tul y diamantitos. Era que en cada tienda, al entrar, nos hacían quitarnos los zapatos! No había nieve, esa calle tiene las aceras techadas, así que nunca entendimos por que teníamos que descalzarnos. Mis muy europeos padres estaban desconcertados. A mi me daba risa, como todas las situaciones insólitas. A la entrada de cada tienda había una enorme cantidad de botas de invierno regadas y otro montón de pantuflas para los clientes. Pero nadie se ponía las pantuflas (asco!) así que las compradoras, muy dignas ellas, iban por todos lados descalcitas. Casi todas eran madres e hijas buscando vestidos de prom. La escena era súper cómica. Me imaginaba a mis amigas caraqueñas saliendo a comprar un vestido de gala y teniendo que dejar sus zapatos en la puerta de la boutique. Eso habría salido en los periódicos, pero aquí a todos les parecía súper normal (!?) y por eso yo ponía cara de que era muy normal para mi también. Mi papá, que llevaba botas difíciles de poner y quitar, se quedaba en la entrada esperándonos (una estatua para él por favor!). Marianne iba hasta él a modelarle los vestidos ♥

Otra cosa loca es que en ningún lado había talla 2. Cada vez que Marianne encontraba algo lo suficientemente vaporoso y princesa, solo lo había en tallas 8 o 10, así que a todos se nos estaba cayendo el alma al piso y yo ya me imaginaba de compras en Vermont. Entonces, en la tienda numero 11, ocurrió el milagro. Dos milagros! Lo primero es que nos dijeron que la única que tenía que quitarse los zapatos era Marianne (gracias!!!!) así que mi papá pudo entrar hasta los probadores. El otro milagro es que tenían los vestidos más bellos del día en tallas 0 y 2. Mi pichurra se los probó todos y se quedó con el que jamás yo me iba a imaginar. 

Un vestido fluorescente.

No miento. El vestido es neón y, ante mi mirada incrédula, la comisión de evaluación y soporte lo aprobó con ferviente entusiasmo. Ahora tengo un montón de kilos de tul radiactivo en el closet, una adolescente súper feliz y un nuevo aprendizaje sobre esta ciudad que, después de 6 años, todavía me da sorpresas.

Hablando de sorpresas, esta me llegó el miércoles pasado por correo:

Son unas galletas divinas enviadas por Davina Fear de Yellow House (conocen su trabajo?) que terminaron de endulzarme ese día, que ya de por si fue lindo (thanks Davina! ♥). 
Ven la luz de la primera foto? No tiene nada que ver con la historia del vestido de prom, pero es la luz del miércoles pasado, la vista desde la ventana de mi estudio donde estoy haciendo las fotos de mi nuevo curso Superstar. 



También ese día empecé el programa Life is messybootcamp y estuve imprimiendo el material, que es precioso, preparé mi carpeta y me sentí como en el colegio de nuevo. Solo me falta un vestido de prom. Claro, que el mio no sería de princesa, sería de reina :)